Sin artificio, muéstrate como eres.
Si los delfines mueren de amor
pobre de mí, qué harán los hombres
que tienen tristes los corazones.
Cancionero
de la lírica tradicional
Confieso que te
he fallado, Raúl. Tú me ayudaste tanto, intentaste protegerme contra todo, sin
embargo, no te he hecho nunca ni pizca
de caso. Todas las enmiendas que tú has forjado para contrarrestar mis actos,
las he malogrado yo. Por eso, querido amigo, te pido perdón. Todavía no sé lo que siento hacia ti, aún debo aclarar mis sentimientos. Primero he de abrir la caja de Pandora.
Necesito darme un respiro, antes de bucear en mis sentimientos. Ahora me siento
vulnerable. ¿En qué narices he estado pensado? Siento en la nuca el aliento de
cosas que preferiría olvidar, no sabes cuán insignificantemente soy. El pasado es frágil e inestable, pero aún
no sé a dónde me dirijo.. Sé que me he evadido en otras ocasiones, pero ahora y
de repente, ¿de qué quieres hablar?
Dices que Jaime
es un cabrón y un sinvergüenza y tienes razón. Pero, ¡qué dolorosa es la
despedida! Sabes que lo he querido. ¡Cómo romper de repente unos hilos que nos
han unido durante tantos meses! Tu carta
quema entre mis manos. He estado tan herméticamente encerrada en mi mundo que
no me he dado cuenta de los cambios que se producían a mi alrededor y ahora
esos cambios han llegado demasiado lejos. ¿Cómo he podido estar tan ciega?
¿Cómo es posible que nunca me haya dado cuenta de lo que sentías? No es que no
quiera hablar contigo. Sí, sí que quiero, pero primero tengo saber a dónde me
dirijo. Ojalá pudieras ayudarme a entender. No quiero que pienses que tu
amistad no significa nada para mí, significa mucho, lo que ocurre es que estoy
colapsada, desconcertada y he de ordenar mis sentimientos. Siento que floto en un sueño y cuando
despierto nada tiene sentido. Sé que tienes un nudo en la garganta, pero no
puedes obligarme a que te quiera. La vida es algo más que salir con alguien.
Una y otra vez he sentido esa retahíla, tú mismo me lo has dicho en más de una
ocasión. Así que ahora sólo te pido que esperes. Simplemente no estoy preparada
para hablar de ello, ¿te vale? Cuando era pequeña pensaba que la vida siempre
era justa, pero ahora me doy cuenta de que no es así. Ahora sé que es una idea
ridícula. Quiero saber por qué no te conozco, por qué siento que te has
metamorfoseado. Recuerdo lo que hemos vivido juntos a una velocidad
vertiginosa. Y aunque digas que me quieres yo me siento profunda e infinitivamente
sola y aturdida, como si todo sucediese
al margen de mí misma. Nadie parece ser consciente de que yo soy una persona de
carne y hueso con sentimientos. No voy a salir con un chico sólo porque él
sienta algo por mí, eso sería una estupidez. Luego imagino la suplicante mirada
de tus ojos. ¡¡¡Ay, tú siempre has sido mi mejor amigo!!!
Miedo
Las
dudas se clavaron como espinas entre nosotros.
Indeleble
la barrera del miedo.
Miedo
a volar y perder todo lo que un día
fue
sólo nuestro.
Malditas
horas de incertidumbre.
Los
ojos perdidos en la oscuridad.
La
ansiedad que mata…
Que
destrozo ese deseo mío.
Roto
y vacío nada te dije
y
volví a sentir miedo.
Este
fin de semana es idéntico a otros. Llamó Ágata a las dos. Hemos quedado en el
bar de siempre Mientras espero que todos
lleguen, escucho un murmullo de risas al fondo,
un murmullo que conozco muy bien. La gente apiñada ante la caja pide su
propia consumición.
–Un cortado- digo muy bajito.
Creo
que tus amigos van a asesinarme con su mirada. Ya sé que todos saben que tú
me gustas, pero no me atrevo a decirte ni pío. Secas tus manos y te acercas.
Sonríen tus amigos, acechando cada mirada mía. Sólo son miradas
desesperadas. Mi mano flácida,
tembletea de pánico, pero yo me
hago el firme propósito de adelantarme
hasta a mesa más próxima, sin derramar el líquido y sin siquiera mirarte. Para ti, probablemente es un juego; para mí,
es una tristeza continua, un deseo que atraviesa las mesas y me dirige a
ti sin que yo pueda hacer nada. Luego, cuando vuelvo a casa,
me derrumba esa tristeza tonta
que todo lo envuelve y que únicamente habla de mis sentimientos.
Es una paranoia estúpida, ¿por qué no actúo? ¿Qué
voy a perder? ¿Mi dignidad?
Tu mirada en mi mirada, diosa,
virgen, inocente
consigue su objetivo, atrapa mis
ojos.
Y el color de mi corazón, pintado
de verde,
ahogado de amor.
Entre la gente grita esa mirada.
¿Me comprendes, verdad?
¿Me quieres, verdad?
¿Qué dices?– Gritan mis ojos sin querer,
clavados en el vacío.
Al fondo, sí, allí estas. Dibujas
más y más palabras
que se enredan entre las sillas y
la gente.
Subes hacia mí, haciéndome sentir
esa locura
de mirarme y humedecer tu corazón
con mis sueños.
La luz de tus ojos es un semáforo
verde.
que atraviesas el humo y los
gritos.
Escucho el ruido del silencio. La
multitud está muda.
Sólo oigo el lenguaje de tus ojos.
No
puedo desasirme de esa mirada tuya:
empiezas lentamente por las mesas más
alejadas a la mía, ni me atrevo a dirigir mis ojos a ese puntito perdido, me
quedo removiendo el cortado, intentando
mostrar una seguridad ilusoria. Reconozcámoslo: ¿A quién pretendo engañar? Casi
rozas esa mirada mía aderezada con palabras dulces, disfraz de mi amor hacia
ti.
En el cajón, la carta de Raúl me desengaña más
que todos esos chismes que he escuchado por ahí. Amigas –como Ágata – incordian en mis sentimientos.
-Deberías quitártelo de
la cabeza porque ha salido con tantas
tías que sus lamentos recorren la barra del bar donde trabaja. Te ha elegido como presa y ese toma y daca no
tiene ningún sentido. En todos esos actos se muestra su calaña, o pasas de él o
acabarás más rayada que un disco de vinilo con la canción de siempre.
Sé cuánta razón tienen, pero no las escucho y hago caso omiso a sus
palabras. Nuevamente el poema de Raúl,
pretende poner las cosas en su sitio. Tampoco me sirve para nada, porque sigo erre que te erre.
Ni
un mínimo gesto traspasa la maleza de tu alma.
Se
clava mi mirada en ti. ¡Te escapas!
Corto
la corteza del árbol y sangra. Silba el golfo.
Te
marchas.
Ni siquiera me miras al pasar.
Yo
grapada a tu corazón y tú
balanceándote.
Vienes Te vas.
Me
cuesta creer que tengas tanto poder
para
conseguir que llore cuando al alba
me
asusto porque otra espina ha roto el rayo del sol.
¡Qué
sola se queda mi alma!
Ella
esta bañada con tus ojos.
Esos
que reflejan un encanto especial.
Sólo
vanidad quizás...
Tu
carta es más descorazonadora si cabe. En ella, amigo mío, haces caso omiso de
mi entusiasmo y me descubres lo que se esconde detrás de esa mirada. Tienes
tanta razón que me duele reconocerlo.
¡Ah! Si cuando alguien
te gusta, se te nota mucho; no te preocupes, que con buena técnica se acaba disimulando. Lo mejor es no mirarle los ojos o
estás perdida. Los ojos desenmascaran
nuestras inquietudes. La persona puede disimular, pero los sentimientos acaban
saliendo a flote. Si cada vez que lo ves te tiemblan las piernas, lo mejor que
podrías hacer es no verlo porque así lo único que consigues es amargarte la
vida y dejarle claro que le vas detrás, con lo cual ten por seguro que se reirá de ti
todo lo que quiera y más, en cuanto te gires. Por lo visto tienes una fobia con las miraditas que no
ves más de tres palmos y él que te mire
una persona no significa nada, puede estar criticándote o pensando en otra. Si
vas a hablar con él (como pretendes)
acabarás por estropearlo todo y ten por seguro que no se cortará un pelo
si te rebajas de ese modo.
Es como un jarro de
agua fría, ahí donde más me duele, en esa herida que acaba de abrirse. Ni pizca
de caso. Tienes que reconocer, al menos, que en este caso, te equivocaste de
lleno; porque hice acopio de valor y conseguí lo que quería. Sé que no
estuviste de acuerdo, ya que deje de lado mi dignidad, algo que nunca deberían arrebatarnos. Yo sabía muy bien dónde me metía, aunque no
quise reconocerlo. Jaime no era trigo limpio, un día u otro esa burbuja de aire
que me había construido alrededor de nuestro amor, estallaría de pleno. Tus consejos ponían las
cosas en su sitio, me hacían ver lo que había detrás de ese niñato por el que
sentía una atracción fatal.
Mari
Carmen Moreno Mozo
Fragmentos
No hay comentarios:
Publicar un comentario